domingo, 17 de abril de 2011

Victor

Estoy  sentada en la barra de un bar. No sé cómo he llegado hasta aquí. Supongo que he llegado a un punto en el que he mecanizado tanto mis acciones que ya no soy consciente de ellas, me muevo por pura inercia de un lado a otro. No me importa a donde vaya, no voy a encontrar lo que quiero, lo que necesito. Pido una copa tras otra y dejo que el alcohol haga su efecto, que se lleve las ideas, que vacíe mi cerebro, que borre la necesidad de pensar y que atenúe el dolor por unos instantes. Unos ojos me están mirando desde la otra punta del local. Ya me había dado cuenta hace un rato, pero no me he molestado en prestarle la mas mínima atención. No quiero saber nada de esos ojos. Pero de pronto se levanta y se dirige hacia donde me encuentro.
-¿Puedo sentarme?- pregunta señalando el taburete a mi lado.
Por toda contestación me encojo de hombros de manera indiferente y él lo toma como una invitación a acompañarme. Pero yo no quiero compañía, aunque el no parece apreciarlo. Se queda mirándome un momento, como evaluándome y entonces comienza a hablar.
-Soy Victor.
De nuevo me encojo de hombros por respuesta.
-Me he fijado en ti desde donde estaba sentado y…
-Sí, ya lo sé- le corto de modo brusco, pero lo último que me apetece es entablar conversación con él. No me interesa en absoluto. Claro que el no parece darse cuenta e ignora la dureza de mi tono mientras continua hablando.
-Es que pareces muy sola aquí y no me ha parecido que lo estuvieras pasando precisamente bien.
- ¿Ah si?- pregunto con tono condescendiente. El asiente con la cabeza.-Pues te equivocas, estoy perfectamente, gracias.- Vuelvo a girarme en mi asiento hacia la barra dando por finalizada la conversación, pero parece que el no opina lo mismo.
-¿Por qué estas aquí sola?-pregunta
Decido ignorarle y no contestar. El continúa hablando a mi lado pero apenas soy consciente de lo que dice, simplemente desconectaré mi mente de ese lugar y esperare a que se canse de su inservible monologo.
-Sabes, no creo que en realidad quieras estar aquí sola bebiendo un considerable número de cubatas de ron cola, sino que algo te debe haber ocurrido hoy y te ha parecido la mejor opción intentar ahogar tus penas en la bebida… probablemente una discusión con tus padres o tu novio, o tal vez…
Se acabó. Me levanto del taburete mientras apuro mi bebida y me doy la vuelta para dirigirme hacia la puerta. No pienso aguantar esa estúpida charla ni un segundo más. No necesito que me dé su inútil opinión sobre algo que apenas alcanza a imaginar. El no sabe nada, nada… Fuera hace frio y continúa lloviendo como el día anterior. El aire helado de la noche entra en mis pulmones mientras inspiro con fuerza para despejar mi mente de ese lugar y de las numerosas copas de ron que están pasándome factura. Comienzo a andar  cuando de repente oigo una puerta a mi espalda. Me giro sobre los talones para ver de dónde proviene el ruido y el asombro se dibuja en mi cara. No puede ser. El está saliendo aprisa del bar aun colocándose la chaqueta mientras viene rápidamente hacia mí. Con un gesto aun de incredulidad en el rostro me doy la vuelta y comienzo a andar tan rápido como puedo.
-¡Espera!- grita el.
Continúo andando si mirar atrás.
-¡Espera!- repite otra vez sin dejar de correr.
Por fin me alcanza y comienza caminar a mi lado.
-Escúchame solo un momento, por favor. Quiero disculparme por lo de ahí dentro.- dice mientras me mira- por si he dicho algo que te ha molestado o…
-Da igual-digo yo- Olvídalo, no importa.- en realidad si importa, pero solo quiero alejarme de allí, quiero irme.
-Es solo que no quiero que te marches por mi culpa- explica él.
-No, me iba a marchar ya de todos modos. Me voy a casa- le replico. Quiero irme, necesito irme, no puedo seguir con esto…
-Solamente quiero asegurarme de que no te había herido, que no te había hecho daño…
Daño. Que no me ha hecho daño…Y entonces exploto.
-¿Es que no entiendes que lo único que quiero es que me dejes en paz?-le grito- Olvídame, lárgate y deja de actuar como si me conocieras tan bien o como si te importara lo que yo pienso. No necesito esto ahora. No te necesito a ti. Esfúmate de una vez y nunca vuelvas!!! No quiero volver a ver tu cara nunca, nunca!!!
Me doy la vuelta y me alejo de allí a toda prisa, sin mirar atrás ni una sola vez. Quiero dejar atrás ese lugar cuanto antes, olvidarlo. Pienso en lo que he dicho y en porque lo he hecho. Analizo una a una las palabras que han salido de mi boca ya que en el momento ni siquiera he pensado en ellas. Porque no eran las palabras que pretendía decir. Tal vez ha sido el alcohol, o tal vez que ya no podía seguir manteniendo dentro la ira y la rabia acumuladas por todo. No lo sé, pero ya no tiene vuelta atrás. Ya ha quedado dicho y, probablemente tendré suerte y no volveré a verle de nuevo.
Llego a casa rápido y me tumbo en la cama sin ni siquiera quitarme la ropa primero. No tengo fuerzas para eso, ni para nada en realidad. Han sido demasiadas cosas para un solo día y quiero olvidarlas todas. Sé que el sueño no me va a proporcionar la redención que busco, nunca lo hace. Se trata de un tiempo en el que no puedo mantener las salvaguardas de mi mente que caen, impasibles, vencidas por las imágenes que inundan mi mente fruto de pensamientos reprimidos durante el día. Un tiempo en el que los recuerdos aprovechan para atacarme, agasajándome, persiguiéndome en oscuras pesadillas que se suceden durante toda la noche.

sábado, 9 de abril de 2011

De nuevo amanece y los fantasmas de la noche se escapan por entre las sabanas, abandonándome con mis delirios. El día aun no clarea en la calle y dejo que mi mente se vacíe poco a poco durante unos minutos. Solo el hecho de ponerme de pie me supone un esfuerzo demasiado grande. Los sueños de la noche aun dan vueltas en los recovecos de mi cabeza; son sueños de una silueta que se aleja en el horizonte y de gritos que resuenan en la oscuridad. Mientras me levanto voy organizando mentalmente mi rutina, las mismas acciones monótonas que se superponen en una cadena que nunca cambia. En cuanto dejo atrás la soledad de mi cuarto se perfectamente cómo se van a transcurrir los rostros, las conversaciones, incluso los pasos que voy a dar.
Durante el día se hace más fácil… consigo mantener mi cabeza y mi cuerpo ocupados lejos de mis destructivos pensamientos, aunque no puedo evitar que durante breves momentos mi mente vuele lejos de donde me encuentro y vague entre ideas y recuerdos que se asemejan lejanos; que vuele hacia ti. Parece que el tiempo fuera cayendo por su propio peso y que cada minuto pesara en mi interior, formando una gran losa que tira de mi hacia abajo, hundiéndome.
Siento que las conversaciones que tengo fueran predeterminadas,  un conjunto de palabras puestas unas tras otras en una misma frase, pero cualquier parecido con un verdadero dialogo es mera ilusión. Contesto a las preguntas, sonrío a los comentarios, pero es todo simple protocolo, interés fingido y falsa preocupación.
Los demás no parecen apreciarlo, no notan el vacio en mis palabras, la amargura en mis sonrisas ni el desaliento que acompaña mi voz. Simplemente continúan con sus insustanciales conversaciones ajenos a que  mi sombra se marcha de su lado.
Camino de vuelta a casa sabiendo lo que allí me espera…nada. Nada en absoluto, ni una palabra, ni un susurro, ni una mirada…nada. Una nada tan grande que lo llena todo y me lleva hacia ella, engulléndome por completo.
Sentir que no sientes nada se hace tan duro que llega a ser insoportable. Sentir, necesito sentir, sentir, sentir!!! Intento desesperadamente echarte de mi cabeza pero no puedo, tu recuerdo se resiste a dejarme, se aferra a mi memoria clavándome sus puntiagudas garras. Comienza a llenarme por completo, tu imagen está en todas partes, me acosa, me persigue, no puedo escapar. Sentir, sentir, sentir!!! Rápidamente me dirijo al lavabo y busco en el cajón a una conocida amiga. Uno, dos tres, cuatro…cuatro cortes en mi muñeca que dejan resbalar la sangre hacia el antebrazo. Mi corazón se calma y vuelve a recuperar su ritmo normal. La visión de ese elixir rojo me tranquiza. Me hace saber que todo es real, aleja un poco el enorme hueco negro que ocupa mi pecho, me acerca de nuevo al mundo, me hace sentir…

domingo, 3 de abril de 2011

Eva

Mi nombre es Eva. Aunque ese nombre no signifique nada. Aunque sea una burda palabra que   no designa quien soy. Aunque no sepa quién soy.
Es martes por la tarde y en la soledad de mi cuarto veo las gotas de lluvia resbalar en la ventana, y me pierdo en ellas, observando cada mínimo detalle de su minúscula superficie, abandonándome en esa pequeña porción de agua por completo, dejando que todo lo demás se esfume. Podría quedarme así para siempre. Podría separarme del resto del mundo de una vez  por todas; encerrarme en mi misma o, por el contrario, liberarme de mi misma… ceder por fin ante la agonía o acabar con ella.
La eterna decisión comienza a dar vueltas en mi cabeza una vez más, los pensamientos contradictorios se suceden en una intensa e inagotable lucha. Una lucha en la que jamás consigo dilucidar un ganador. Luz, oscuridad…no hay vencedores, solo se quitan territorio la una a la otra, intentando llevarse consigo pequeños trocitos de mi conciencia hasta que, algún  día, una de las dos sea demasiado pequeña como para seguir luchando.
Vuelvo a la realidad. No sé cuanto tiempo ha pasado, un minuto un hora…que más da. Miro los libros encima de mi mesa que esperan ser abiertos. Pero sé que esa no es la vía de escape que busco. Entregarme a una vida de estudio no funciona como solución. Es una  puerta que ya cerré hace tiempo, tan solo es una absurda pérdida de tiempo, un intento inútil que no me llevara a ningún lugar. O al menos a ninguno que necesite. Ya lo intente una vez…
He probado muchas cosas a lo largo de este tiempo, frustrados intentos de evasión que siempre fallan incluso antes de comenzar. Y ha llegado un momento en que no me queda nada mas por intentar, y soy consciente de ello aunque no quiera…
Decido darme un respiro y salir a la calle. No me molesto en coger un paraguas, quiero dejar que la lluvia me moje mientras camino, sentir como resbalan las gotas por mi cara y notar el pelo pesado por el agua. No me dirijo a ninguna parte, solo camino, dejando que mis pies me conduzcan por la ciudad mientras dejo caer la vista al suelo. De pronto me detengo frente a un escaparate. No sé el motivo, simplemente paro y levanto la mirada para observar el cristal. De repente, la fugaz visión de un rostro borroso, una imagen difuminada tras de mi...no, es una sombra, un recuerdo reflejado, un fantasma entre la niebla, un imposible deseo que engaña a la vista. TU. Rápidamente me giro, por puro instinto, aunque se de sobra que no encontrare lo que busco a mi espalda. Solo me aguarda un muro oscuro y una calle salpicada por la lluvia.
TU otra vez. TU irremediablemente. TU en todas partes, esperándome en cada esquina para atormentarme. TU, la causa de todo, el comienzo de mi fin,  la decadencia de mi mundo, el detonante de mi destrucción. Porque todo esto empezó contigo. Porque todo empezó en el instante que TU te marchaste.

sábado, 2 de abril de 2011

Comienzo

Parece que estuviera atrapada en este lugar, en este momento. Como si no pudiera escapar de todo aquello que me sucede. Viviendo mi vida de un modo casi irremediable, si poder decidir nada; como si estuviera compuesta de una sucesión de escenas predeterminadas que pasan unas tras otras en un desfile interminable ante mí. Pero yo tan solo observo los sucesos acontecerse ante mis ojos como una mera espectadora,  no formo parte de ellos.
Esa abrumadora y creciente sensación de que este no es mi sitio. No pertenezco a nada ni a nadie, ni a este mundo ni a las personas que se encuentran en el. Pequeños acontecimientos que, por un segundo parecen relevantes, pronto pasan a formar parte de un enorme cumulo de nimiedades, de nadas, de recuerdos fugaces que van perdiendo sentido.
No importa donde me encuentre, porque nunca es donde debiera estar. Este no es mi sitio, no es mi lugar. Los días pasan, inexorablemente, uno tras otro en un ciclo eterno y repetitivo al que estoy enganchada. Y crece esa extraña certeza de que no debería ser así; de que debería escapar, huir de esta enorme jaula.  Escapar…pero, a donde? Huir sin rumbo carece de sentido. Pasar de estar atrapada en una rutina para estar atrapada en ninguna parte, en medio de un camino que no existe.
Sentirme sola, siempre sola. Sola en medio de una multitud que no escucha mi grito desesperado de auxilio, que me ahoga, que me hunde, que me arrastra… Sola en medio de tanta gente que no comprende, que camina ajena a mí. Sola lo quiera o no en un mundo y una vida que no son los míos; y sintiendo que tan solo formo parte de mi propia y vacía realidad. Y esa sensación te llena, llena tu pensamiento, todo tu cuerpo, cada una de tus fibras.
De algún modo, saber que lo único que haces es dejar fluir el tiempo, de manera lenta pero continua; las horas, los días los años… esperando un lejano final que nunca llega.
Atrapada en un instante para siempre…