jueves, 17 de noviembre de 2011

Amargo final

Inevitablemente escuché el sonido de la puerta al cerrarse tras tu espalda.
Silencio infinito contenido en un segundo.
Y entonces lloré.
Y lloré mas.
Lloré hasta que se me secaron los ojos, hasta gastar todas las lágrimas.
Y entonces seguí llorando, con el alma.
Y con la cabeza.
Y con el corazón.
Con cada minúsculo pedazo de corazón destruido que llevaba tu nombre grabado.
Amaneció y volvió a anochecer.
E irremediablemente volvió a salir el sol, en un círculo eterno que apenas podía vislumbrar desde el sepulcro de mi cama.
Dejando pasar las horas mientras sentía consumirse mi conciencia, torturándola con el vago recuerdo de tu voz.