viernes, 9 de diciembre de 2011

Atados a un interminable final

Lejanas quedan ahora aquellas suaves horas
En que las respiraciones buscaban ansiosas el oído
En frenético intento de acompasarse a un ritmo,
Y los dedos trazaban filigranas de fuego en la piel.
Y ahora nos encontramos unidos en medio
De la distancia más insalvable,
Entrelazados en el más agónico adiós.
Asistiendo impotentes al espectáculo de nuestro derrumbamiento.
Hundiéndonos,
Despacio,
En nuestra propia ingenuidad.
Atraídos irremediablemente a un desaliento continuo
De rabia y afecto marchitos,
Sin esperanza de escapatoria.
Anudándonos conscientes a la dolorosa utopía
De encontrar en el mañana un frágil equilibrio
Que pueda sostener la carga de nuestro pecho.

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