domingo, 3 de abril de 2011

Eva

Mi nombre es Eva. Aunque ese nombre no signifique nada. Aunque sea una burda palabra que   no designa quien soy. Aunque no sepa quién soy.
Es martes por la tarde y en la soledad de mi cuarto veo las gotas de lluvia resbalar en la ventana, y me pierdo en ellas, observando cada mínimo detalle de su minúscula superficie, abandonándome en esa pequeña porción de agua por completo, dejando que todo lo demás se esfume. Podría quedarme así para siempre. Podría separarme del resto del mundo de una vez  por todas; encerrarme en mi misma o, por el contrario, liberarme de mi misma… ceder por fin ante la agonía o acabar con ella.
La eterna decisión comienza a dar vueltas en mi cabeza una vez más, los pensamientos contradictorios se suceden en una intensa e inagotable lucha. Una lucha en la que jamás consigo dilucidar un ganador. Luz, oscuridad…no hay vencedores, solo se quitan territorio la una a la otra, intentando llevarse consigo pequeños trocitos de mi conciencia hasta que, algún  día, una de las dos sea demasiado pequeña como para seguir luchando.
Vuelvo a la realidad. No sé cuanto tiempo ha pasado, un minuto un hora…que más da. Miro los libros encima de mi mesa que esperan ser abiertos. Pero sé que esa no es la vía de escape que busco. Entregarme a una vida de estudio no funciona como solución. Es una  puerta que ya cerré hace tiempo, tan solo es una absurda pérdida de tiempo, un intento inútil que no me llevara a ningún lugar. O al menos a ninguno que necesite. Ya lo intente una vez…
He probado muchas cosas a lo largo de este tiempo, frustrados intentos de evasión que siempre fallan incluso antes de comenzar. Y ha llegado un momento en que no me queda nada mas por intentar, y soy consciente de ello aunque no quiera…
Decido darme un respiro y salir a la calle. No me molesto en coger un paraguas, quiero dejar que la lluvia me moje mientras camino, sentir como resbalan las gotas por mi cara y notar el pelo pesado por el agua. No me dirijo a ninguna parte, solo camino, dejando que mis pies me conduzcan por la ciudad mientras dejo caer la vista al suelo. De pronto me detengo frente a un escaparate. No sé el motivo, simplemente paro y levanto la mirada para observar el cristal. De repente, la fugaz visión de un rostro borroso, una imagen difuminada tras de mi...no, es una sombra, un recuerdo reflejado, un fantasma entre la niebla, un imposible deseo que engaña a la vista. TU. Rápidamente me giro, por puro instinto, aunque se de sobra que no encontrare lo que busco a mi espalda. Solo me aguarda un muro oscuro y una calle salpicada por la lluvia.
TU otra vez. TU irremediablemente. TU en todas partes, esperándome en cada esquina para atormentarme. TU, la causa de todo, el comienzo de mi fin,  la decadencia de mi mundo, el detonante de mi destrucción. Porque todo esto empezó contigo. Porque todo empezó en el instante que TU te marchaste.

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